Era domingo por la tarde, una de esas tardes que no sabes que hacer en esta Córdoba rara. Me puse a ver Interestelar. Me dije que era una película sin mas del espacio, una de esas que te sirven para adormecerte y dejar la mente en blanco. En mi cabeza hay últimamente de todo, como pájaros dando vueltas que no saben muy bien donde van y cuando se irán.
Me acomode en el sofá con mi mantita marrón, que me regalo mi amiga Mati, con ese pelito tan suave y que me la llevo a todos los sitios donde resido. Al principio no entendía nada, porque no ponía nada en que época se estaba desarrollando, hasta que ya te acostumbras y ya sabes que no es en la actualidad. El argumento se fue desarrollando, y no me pude adormecer, la verdad es que me enganche a la historia. Ya no por lo fantástico sino por lo humano. Irte de un lugar y no volver en décadas es algo que me estuvo resonando en la cabeza cuando termino la película, tanto que tuve que salir a que me diera el aire. No por lo intenso sino que a veces determinados detalles como la distancia lo valoras mucho. Me vino a la cabeza Lola y creo que si me pasara a mi no podría resistirlo.
Las películas, como las canciones, los libros y el arte en general son capaces de trasladarnos a un sitio muy especial de nuestras emociones sacando recuerdos, deseos, motivaciones que se quedan dormidas y que sólo ellas pueden despertar derepente.
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