Las horas transcurrían lentas, como si el tiempo se detuviera un poco cada segundo. La mañana era de una eternidad extremada. Ya era la una y media y la sensacion de hambre recorría cada centímetro de mi existencia. Simplemente nada me podía dejar saciado. Nada. Ni el plato mas hondo acabaría con esta sensacion emergente.
Me levanté temprano. Las 7 y cuarto sonaba la alarma del móvil, con esa musiquita que va creciendo hasta entrar en mi cerebro para recordarme que el nuevo día estaba en pie. Me desperezo como siempre, intento mirar por la ventana abierta a la ciudad esperando que el frio del alba se apiade de mi. Bajo las escaleras que separan mi habitación de la cocina donde el olor a café es tan delicioso como embriagador.Saludo a Elias que prepara el desayuno para el ejercito de estudiantes que están a punto de entrar y acabar con las provisiones matutinas. Me acomodo en la silla y bebo sorbo a sorbo esta maravillosa taza de café con dos gotitas de leche. Reconozco que cada vez me gusta más el café. Me siento atrapado en su textura, a todo lo que me evoca.
Salgo zumbando de la residencia de estudiantes y me encamino a mi nuevo centro de trabajo, voy cargado con dos libros, la libreta de apuntes y algunos examenes prácticos aun sin corregir. Hace muchisimo frio. Intento taparme con el abrigo,la bufanda, los guantes y mi Mp3 a tope que hace que me olvide por un instante del espacio que me rodea. Camino hacia mi trabajo y en el trayecto atravieso el Guadiana atraves de un puente que separa la ciudad emerita en dos. Veo el paisaje con esos patos inmunes al estres laboral, y miro al cielo que también intenta despertar volviendose inquisidor con una oscuridad que se rinde a la claridad mas asombrosa.
El timbre del recreo me pilla metido en el laboratorio fotográfico entre líquidos de revelador, paro y fijado. Hace tanto frio aquí que me doy cuenta que debajo de la bata blanca prestada tengo el abrigo. ¿Donde están los radiadores?; Si, están ahí ,pero en una habitación tan grande que el calor que dan es proporcional a su tamaño, no dan más de sí, igual que algunos de mis alumnos que les falta motivacion y disciplina, pero no tienen ellos la culpa tampoco la tiene nadie. Es el sistema que esta mal organizado.
Intento recojer el laboratorio a oscuras porque algunas copias aun están en el revelador y a mi paso no veo una pequeña papelera y choco contra la pared con tan mala suerte que me apoyo en
el interruptor de la luz y lo enciendo y el ultimo de mis alumnos me mira como diciendo que haces, no ves que has estropeado las copias. Intento sonreír porque la situación me ha sorprendido por vergonzosa y cómica, así que me rio porque no me puedo creer que haya sido yo el que haya estropeado las ultimas copias. En fin le digo a Roció que no se preocupe que seguro que al accidente le da a la copia un toque especial.
Era lo primero que pense. Ella tampoco pudo dar crédito y la vi reírse no era para menos así que di por terminada la clase y me fui de aquel lugar mirando aquel laboratorio tan peculiar, cerré la puerta tras de mi y me encaminé a la sala de profesores donde la calefacción era sofocante. Menudo contraste frio en la aulas pero verano sofocante en aquella sala. Mire a mi alrededor y me di cuenta de mi cambio en tan pocos días y sin más me vi reflejado en mi padre. Vi a través de su mirada y me sentí el, esperando para llegar a casa, dejar su maletín lleno de examenes y estar con nosotros, preparme la comida y yo metido en mi habitación bailando y sin prestarle toda la atención que se merecía o por lo menos darle el espacio que el me pedía con sólo mirarme...
Me levanté temprano. Las 7 y cuarto sonaba la alarma del móvil, con esa musiquita que va creciendo hasta entrar en mi cerebro para recordarme que el nuevo día estaba en pie. Me desperezo como siempre, intento mirar por la ventana abierta a la ciudad esperando que el frio del alba se apiade de mi. Bajo las escaleras que separan mi habitación de la cocina donde el olor a café es tan delicioso como embriagador.Saludo a Elias que prepara el desayuno para el ejercito de estudiantes que están a punto de entrar y acabar con las provisiones matutinas. Me acomodo en la silla y bebo sorbo a sorbo esta maravillosa taza de café con dos gotitas de leche. Reconozco que cada vez me gusta más el café. Me siento atrapado en su textura, a todo lo que me evoca.
Salgo zumbando de la residencia de estudiantes y me encamino a mi nuevo centro de trabajo, voy cargado con dos libros, la libreta de apuntes y algunos examenes prácticos aun sin corregir. Hace muchisimo frio. Intento taparme con el abrigo,la bufanda, los guantes y mi Mp3 a tope que hace que me olvide por un instante del espacio que me rodea. Camino hacia mi trabajo y en el trayecto atravieso el Guadiana atraves de un puente que separa la ciudad emerita en dos. Veo el paisaje con esos patos inmunes al estres laboral, y miro al cielo que también intenta despertar volviendose inquisidor con una oscuridad que se rinde a la claridad mas asombrosa.
El timbre del recreo me pilla metido en el laboratorio fotográfico entre líquidos de revelador, paro y fijado. Hace tanto frio aquí que me doy cuenta que debajo de la bata blanca prestada tengo el abrigo. ¿Donde están los radiadores?; Si, están ahí ,pero en una habitación tan grande que el calor que dan es proporcional a su tamaño, no dan más de sí, igual que algunos de mis alumnos que les falta motivacion y disciplina, pero no tienen ellos la culpa tampoco la tiene nadie. Es el sistema que esta mal organizado.
Intento recojer el laboratorio a oscuras porque algunas copias aun están en el revelador y a mi paso no veo una pequeña papelera y choco contra la pared con tan mala suerte que me apoyo en
el interruptor de la luz y lo enciendo y el ultimo de mis alumnos me mira como diciendo que haces, no ves que has estropeado las copias. Intento sonreír porque la situación me ha sorprendido por vergonzosa y cómica, así que me rio porque no me puedo creer que haya sido yo el que haya estropeado las ultimas copias. En fin le digo a Roció que no se preocupe que seguro que al accidente le da a la copia un toque especial.
Era lo primero que pense. Ella tampoco pudo dar crédito y la vi reírse no era para menos así que di por terminada la clase y me fui de aquel lugar mirando aquel laboratorio tan peculiar, cerré la puerta tras de mi y me encaminé a la sala de profesores donde la calefacción era sofocante. Menudo contraste frio en la aulas pero verano sofocante en aquella sala. Mire a mi alrededor y me di cuenta de mi cambio en tan pocos días y sin más me vi reflejado en mi padre. Vi a través de su mirada y me sentí el, esperando para llegar a casa, dejar su maletín lleno de examenes y estar con nosotros, preparme la comida y yo metido en mi habitación bailando y sin prestarle toda la atención que se merecía o por lo menos darle el espacio que el me pedía con sólo mirarme...
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