Esperé que la batalla cesara, no podía seguir escondiéndome en aquel lugar. Toda olía a muerte, ni rastro de vida por ningún sitio. Salí de puntillas en la oscuridad buscando un pedazo de mi corazón roto, con la única luz de mi esperanza. Bajé por una larga escalera de caracol hacia la ansiada libertad, pero cada peldaño me recordaba las heridas que aun no había cerrado, no tenía fuerzas para seguir, pero algo en mí me decía, que allí fuera la guerra había terminado, que el fuego se había apagado definitivamente.
Pude ver la puerta de aquella prisión, no era de ningún color, ni olía especialmente, sólo giré el pomo de aquello que me separaba de la felicidad, y respiré el aire mas limpio que nunca imagine, vi el cielo mas azul, el sol mas ardiente y empecé a sentirme mejor. Todos los edificios estaban en ruinas, pero podía alejarme de allí. Estaba exhausto pero mi corazón aun latía y pude seguir andando malherido, pero ya no me sentía mal ni me flaqueaban las piernas. Supe en ese momento que había encontrado mi punto de no retorno a la oscuridad más intensa.