Te veo mirarme a través de la habitación como nunca antes. Tus manos entienden el lenguaje de mi cuerpo y me hace conversar durante un tiempo. Sólo lo justo para que mi corazón ruede alrededor de esta luna que nos observa. No voy a poner resistencia ni tampoco seré el niño bueno que esperas, si es que aun esperas. Derretido en un plato que comes y que ambos saboreamos. Mi paladar se vuelve exigente y tu alimento me llena tanto que hiere. Las paredes de mi deseo se vencen y caigo en un deliro in extremis.